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domingo, 2 de septiembre de 2012

Requiem de hoy

Para los que nunca necesitan mirarse a los ojos, este tiempo debe ser perfecto.
Una voz de viejo me murmura en el oído: - Hoy tampoco pudiste decir lo que querías.
Las sábanas flotan por los pasillos, desesperadas. Soportando una larga sequía.  Extrañan inevitablemente el peso de los cuerpos.  Necesitan detener esa locura que las hace volarse todo.  Sus gargantas deshilachadas reclaman el fluido de nuestro amor.
Siento que mis ojos comienzan a hincharse, las lágrimas desagotan mi corazón inflamado, apretado y vacío de caricias. Mientras tu cuello...siguen faltándome el respeto. Así en la distancia, el deseo de un mordisco se siente como una carcajada satánica.
Las bofetadas hacen cola en la puerta de mi celda. 
Mi fortuna es tener coraje para mirar mi cara luego del castigo.
Las huellas del deseo, las ojeras largas, la mirada estúpida y la inevitable pregunta del más cercano.
Escribir a dedo y aliento una frase de amor en mi ventana, no me resultó suficiente y a vos tampoco.
La droga orgasmo, la dulzura que me falta, el recuerdo reiterado del latido amado, son el látigo de la ausencia.
Cadáveres de besos encerrados en bocas que no se abrieron, temblores de brazos que no llegaron a abrazar y un perfume en la punta de los dedos, como un presagio de muerte segura que intentaba ocultar.
Todas mis locuras danzando un ritual mortuorio, mis pasos tarareando un réquiem y una voz que no quiere decir todo lo que dicen las miradas.
El agua de la lluvia ha retomado el camino de las alcantarillas y mis lágrimas el camino de mi garganta.

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